Semana 1 - Día 2: .
Lucas 10:27 nos instruye: “Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y “con toda tu mente”; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Hay que amar a Dios con todo, incluyendo la mente…Es decir que nuestros pensamientos deben someterse a un proceso de renovación. Dios puede multiplicar los buenos pensamientos en bendiciones abundantes, pero si a diario tenemos más pensamientos negativos que positivos, los resultados serán malos. Los pensamientos nos gobiernan… durante el día definitivamente dedicamos mucho tiempo a pensar, incluso más que a orar.
Constantemente tomamos decisiones y si no sabemos cómo pensar, no obramos bien, y lo que tenemos en mente nos estorba para recibir aquello que el Señor quiere darnos.
Salmo 139: 17 nos habla sobre los pensamientos de Dios: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!”
Los pensamientos de Dios son preciosos, es decir, tienen un precio muy alto. Además, son muchos. La Palabra dice que debemos tener la mente como la de Cristo, con muchos pensamientos valiosos.
Los pensamientos compiten y debes darle la victoria a todo lo bueno y santo. Empieza un proceso de renovación de tu mente para liberarte de esa vieja naturaleza del pecado que te ata y te estanca en un lugar. Haz un pacto con Dios y contigo mismo, saca todo lo malo, desecha la información que no sirve. Borra tu disco duro, límpialo y empieza a alimentarlo de las Promesas y la Palabra. Piensa las cosas correctas y buenas que agradan al Señor, llénate de pensamientos de fe y bendición. Declara que tu mente será libre y te renovarás a través de un proceso que te llevará de la vida natural en el pecado a la vida sobrenatural de la santidad. Todo lo que estorbe será quitado y en tu mente quedarán sólo pensamientos que edifiquen tu vida. Piensa y actúa como hijo del Padre que todo lo puede.
Para reflexionar: ¿Son molestos esos pensamientos en tu mente? Entonces decide HOY ponerle fin… Declara que no los quieres más en tu mente… ¡Échalos de allí! ¡Expúlsalos en el nombre de Jesús! Y llama a los pensamientos de Dios… Instálalos en el trono de tu vida, y haz pacto con ellos (como si fuese un contrato de alquiler…) para que habiten allí por siempre.
Pra. Marina Feuershvenger