Semana 2 – Día 2:
Jueces 15:7-8 dice que “Sansón les dijo (a los filisteos): «Puesto que actuaron de esa manera, ¡no pararé hasta que me haya vengado de ustedes!» Y los atacó tan furiosamente que causó entre ellos una tremenda masacre. Luego se fue a vivir a una cueva, que está en la peña de Etam”.
Después de pelear con los filisteos (y recordemos que los filisteos representan a las actitudes de la carne en la Biblia), Sansón se refugió en la hendidura de una roca llamada ETAM (recordemos también que el significado literal de ETAM es “fortaleza”… así que esa roca representaba la presencia de Dios). ETAM fue para Sansón un lugar seguro después de momentos difíciles de gran mortandad. En ese lugar volvió a vivir la presencia de Dios.
Esta situación puede ser un modelo para nosotros: Después de la lucha de cada día es importante volver a Dios, refugiarnos en Dios. Nos enfrentamos a luchas constantes, situaciones críticas, angustiantes, dolorosas, inesperadas, trabajosas…
Por todo ello el salmista nos asegura: “El que habita al abrigo del altísimo morará bajo la sombra del omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía y Castillo mío, mi Dios en quien confiaré” (Salmo 91:12).
Yo confío en el Todopoderoso, ¿y tú? Te desafío a confiar, a descansar en Quien no falla nunca. Porque El nos ama como somos. Te bendigo y animo a entrar en una relación íntima con el Todopoderoso, en alabanza y adoración. Si bien es cierto que no podemos ir hasta ETAM, si podemos ir a CRISTO, nuestro permanente y cercano refugio.
Ora ahora mismo y declara junto con el salmista: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía y Castillo mío, mi Dios en quien confiaré”.
Si quieres, puedes repetir en voz alta la oración con la que terminamos la reunión del domingo pasado:
“Declaro lo siguiente acerca del Señor: Sólo él es mi refugio, mi lugar seguro; él es mi Dios y en él confío. Me rescatará de toda trampa y me protegerá de enfermedades mortales. Con sus plumas me cubrirá y con sus alas me dará refugio. Sus fieles promesas son mi armadura y mi protección. No tengo miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temo a la enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al mediodía. Aunque caigan mil a mi lado, aunque mueran diez mil a mi alrededor, esos males no me tocarán. Ningún mal me conquistará; ninguna plaga se acercará a mi hogar. Él ordenará a sus ángeles que me protejan por donde vaya. Me sostendrán con sus manos para que ni siquiera me lastime el pie con una piedra. Porque he hecho al Señor mi refugio y al Altísimo mi resguardo” (Salmo 91).
Copia esta oración y pégala en tu muro, o mandala por E-mail, o por mensaje de texto, como testimonio del cuidado de tu Dios.
Carmen Mayo de Klink