Acampar para ordenar en Kibrot Hatavaa (Nümeros 10:11 y 33:16)

Hoy comenzamos a transitar un nuevo desierto... ¡¡No te pierdas las enseñanzas que nos dejará!!

Semana 11 - Día 1
“El pueblo salió del desierto de Sinaí y la nube se detuvo en Parán y acamparon en Kibrot Hatavaa” (Números 10:11 y 33:16).
El desierto de Parán es una región muy extensa y dentro de ella está Kibrot Hatavaa… éste fue el lugar donde el pueblo hizo campamento.
Cuando el pueblo sale de Sinaí, lo hace de una manera que, en su andar por el desierto hasta ahora, no lo había puesto en práctica todavía: “según el orden de marcha” (Números 10:11).
Dios ve la necesidad de establecer orden en su pueblo. Ellos salieron de Egipto en forma desordenada, huyendo, con poco tiempo, con el ejército del faraón a sus espaldas y acamparon en distintos lugares del desierto… era un pueblo que no tenía orden.

A Dios le gusta el orden en su pueblo, y les da, en el desierto de Sinaí (el desierto anterior), elementos, instrucciones y recomendaciones que tendrán que poner en práctica en Kibrot Hataava: 
• Los diez mandamientos y leyes.
• La simbología del tabernáculo
• La forma de ordenar el campamento 
• La forma de marchar.

Génesis 1:2 dice “La tierra estaba desordenada...” y Dios inicia un proceso (tiempos) para establecer orden en la tierra. Repito: a Dios le gusta el orden y eso quiere para su Pueblo.

La palabra “orden” es rechazada en nuestra sociedad. Cada uno quiere hacer lo que mejor le parece… no se sujetan al orden establecido por Dios y tampoco al orden que se establece para vivir en sociedad. Pero es necesario que los ciudadanos del Reino de Dios nos pongamos a trabajar en un proceso que nos lleve al orden que Dios quiere para cada uno de nosotros y también como congregación.

La biblia nos dice que estábamos viviendo en forma desordenada, extraviados, lejos de Dios, pero Él dio el primer paso como lo hizo con Israel y entregó a su hijo Jesús para establecer orden en nuestra relación con Dios y acercarnos nuevamente a Él.

El orden es bueno para nuestra vida. El Apóstol Pablo nos enseña a hacer todo decentemente y con orden (1° Corintios 14:40). Si queremos andar en la voluntad de Dios, tener una mejor calidad de vida, aprovechar mejor el tiempo, ser más productivos en todo lo que emprendamos, debemos tener una vida ordenada según lo que Dios estableció en su palabra. El desafío es ordenar todos los aspectos de nuestra vida. Debemos empezar dando algunos pasos en el plano espiritual y natural.

Lo que sigue es una lista básica de un orden necesario para ser más productivo en nuestro trabajo:
• Herramientas ordenadas y en condiciones para ser usadas. 
• Papeles de trabajo clasificados y bien archivados 
• Inscripciones en distintos organismos, actualizadas.
• Espacios acondicionados y mejor aprovechados. Desechar lo que no se usa.
• Carpetas, apuntes al día y prolijos (esto especialmente para los estudiantes)

Y éste sería el orden necesario para tener una economía familiar sana:
• Dar al Señor lo que a Él le corresponde.
• Hacer un presupuesto de ingresos y egresos para el mes.
• No vivir endeudados (se compra lo que nuestro presupuesto nos permite)
• Ahorrar para el futuro (educación, proyecto familiar, etc)

El orden nos evita problemas… Por eso…
• Cuando hagas acuerdos, hazlo por escrito. 
• Cuando Dios te bendice con un rodado o vivienda, escritúralo y pon el dominio al día.
• Si hay un familiar fallecido, haz la subdivisión y la sucesión lo antes posible.
• Tener patentes e impuestos al día.

Que el Señor nos bendiga como congregación en este tiempo en donde iniciaremos un proceso para poner orden en nuestras vidas.

Oremos en este día, pidiendo a Dios la revelación, la concentración necesaria, para transformarnos en hijos ordenados: “Padre Santo… Tu Palabra dice que, si nos falta sabiduría, que te la pidamos. Hoy te pido sabiduría del cielo para ordenar mi vida… Y que así, todo en mí, de testimonio del Dios grande y poderoso que habita en mí. Consagro esta semana, y oro para que sea una semana de aprendizaje, y de puesta en práctica, del orden de Dios en mí. Amén”.

Daniel Schlereth