Números 12:1: “Miriam y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita”.
No tenemos muchos detalles acerca de la familia de Moisés... Lo que sí sabemos es que él había tomado para sí una mujer cusita. “Cusita” quiere decir “de los descendientes de Cus”, hijos de Cam, los primeros enemigos de Dios sobre la tierra y padre de Nimrod, precursor de Babel (Gén.10:6-10)… de raza negra, la zona que hoy en día es Etiopía.
“¿Cómo es que se casó con una negra? En vez de casarse con una de nuestra raza, así como nosotros”… habrá dicho Miriam…
No se trata meramente de una cuestión de racismo lo que están expresando los hermanos de Moisés. El planteo pasa por otro lado… hasta tiene fundamento bíblico podemos decir… no lo estoy justificando por supuesto; simplemente estoy enmarcando la situación. Nadie sobre la tierra conocía la historia antigua y sus orígenes como el mismo Moisés, pero al margen de eso, fue el mismo líder hebreo quien, después de preparar las tablas en Éxodo 34, recibió de parte de Dios, la advertencia con prohibición de no vincularse con las mujeres descendientes de la tribu de Can (Éxodo 34:11-16).
Desde que comencé a meditar en este párrafo una y otra vez, no he dejado de considerar las veces que Dios mismo nos habla de diferente manera acerca de nuestras conductas indebidas quizás, reacciones incorrectas tal vez, o cuestiones que sabemos que Dios desaprueba, pero que conociéndolo a Él, y peor aún sabiendo de esta desaprobación (Juan 14:15), continuamos con el proceder irresponsable sin medir las consecuencias de nuestros actos.
Hace un par de años, un pastor dijo una frase que atesoré en mi corazón, y que la tomé como una advertencia amorosa del Padre, que me posiciona y me recuerda el cuidado que debo y deberíamos tener cada vez que hacemos algo para Dios, en cualquier orden de la vida me refiero, y la frase fue…”el hecho que Dios te use, no significa necesariamente que Dios apruebe todo lo que haces”.
Si bien en estos devocionales, la idea es crecer cada día y conocer un poco más de Dios, buscando juntos Su ayuda para erradicar la murmuración de nuestra vida y del cuerpo de Cristo, este acontecimiento refleja que a veces nuestras conductas no nos eximen de una constante auto-evaluación y corrección de aquello que puede llevar a otros a caer (Marcos 9:42).
Para terminar, aclaro una vez más que no estoy justificando las acciones de Miriam y de Aarón… de hecho en los días siguientes vamos hablar mucho de ello, pero hoy quisiera que hagamos propia la oración del rey David del Salmo 139:23-24 y con humildad nos dejemos ministrar por el Espíritu Santo:
“Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y observa si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.”.
¡Te deseo Bendiciones del Altísimo!
Paulo Garay