“…y los hijos de Israel también volvieron a su llantos, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, y los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos!” Números 11: 4-6
El pueblo da un paso más, lleva la queja al llanto. Israel quería carne. Se habían cansado del maná y querían otros alimentos. Me imagino al pueblo recordando los sabores de los pepinos, melones, pescados cebollas, etc.
El maná era la provisión perfecta que Dios les garantizó… lo tendrían cada día, en las cantidades necesarias, en las puertas de sus tiendas. Dice el Salmista que el maná es “como trigo del cielo” y “pan de nobles” (Salmos 78: 23-25). ¡Qué privilegio tenía este pueblo! ¡Marchaba hacia la libertad con un servicio de “delivery premiun”!
En Génesis 22:14 Dios es llamado Jehová-Jireh, que significa “el Señor es el proveedor”. Éste atributo de Dios sigue vigente para Su pueblo (la iglesia de Jesucristo) hasta el día de hoy.
Pero el pueblo no estaba conforme… ellos querían otra comida… anhelaban lo que tenían en Egipto. Muchas veces, como hijos de Dios, anhelamos lo que tiene el extranjero (los que no son ciudadanos del Reino de Dios). Codiciamos su estilo de vida, su economía, etc.
Hoy, año 2015, como hijos de Dios seguimos teniendo el maná. Deuteronomio 8:3 nos enseña que lo que sale de la boca de Jehová es alimento para nuestras vidas. La palabra de Dios es el alimento que necesitamos para seguir transitando por esta vida. Este alimento nos hace crecer, nos cura de las aflicciones y nos preserva espiritualmente y físicamente como el maná lo hacía al pueblo de Israel.
Alimentarnos del maná (palabra de Dios), nos permite marchar según el orden de Dios. Este alimento nos instruye, nos corrige, nos exhorta, nos ilumina y nos guía a cumplir el propósito que tiene Dios para nuestra vida
El desierto les hizo mirar hacia atrás, “En Egipto comíamos……” Anhelaban el alimento que tenían cuando eran esclavos. La pregunta para hacernos hoy, es:
¿Estamos atento al maná que Dios quiere darnos?,
¿Guardamos ese alimento en nuestro corazón?
Dios te bendiga en este día, y su alimento te dé fuerzas para enfrentar los desiertos de la vida.
Ora así: “Padre mío… ¡Gracias por que no me ha faltado Tu Palabra! Aunque reconozco que muchas veces no la identifiqué… no la percibí… o no la atendí. Te pido perdón por que, de distintas formas, rechacé Tu Palabra. Hoy declaro que Tu Palabra es lo que más anhelo… ¡No me quiero perder ninguna de ellas! Dispongo mis oídos para estar atento a Tu Palabra… Abro mis ojos para ver Tu revelación… Dispongo mi corazón para obedecer… Hablame, Señor. Amén”.
Daniel Schlereth