Hoy comenzamos con una nueva semana de devocionales, siguiendo de cerca la travesía de Israel a través de distintos desiertos por los que ellos pasaron. Como siempre decimos, la intención no es conocer los desiertos... la intención es aprender de su experiencia, no atravesar algunas de las situaciones que ellos tuvieron que atravesar, y tomar algunas decisiones de madurez que ellos nunca tomaron...
Num.11:35 “De Kibrot-hatavá partió el pueblo a Hazerot, y se quedó allí”.
Luego de un largo viaje de peregrinación por el desierto, Dios lleva a Su pueblo a un lugar especial por sus características, para trabajar con ellos y con nosotros por supuesto, en el pecado más recurrente, nocivo y destructivo lamentablemente: La Murmuración.
Las Escrituras nos dicen que el pueblo acampó, se quedó allí, en un sitio al que diferentes versiones llaman la Aldea de Hazerot; quizá con algunas comodidades mínimas por estar temporariamente establecidos, sin la necesidad momentánea de traslado y con la posibilidad de familiarizarse con vecinos, conocidos y compañeros de viaje.
El capítulo 12 de Números comienza con una frase que condiciona todo lo que acontece posteriormente…”Miriam y Aarón hablaron contra Moisés”… el motivo lo analizaremos con mas detalles en los próximos devocionales.
Uno de los grandes problemas que nos sobreviene cuando nos volvemos muy comunes los unos a los otros, es precisamente esto mismo: no nos deja ver lo Santo y lo sagrado que se mueve entre nosotros… y empezaron a ocurrir cosas de la vida cotidiana, cosas familiares, cuestiones de confianza digamos, que para Dios no pasaron desapercibidas.
“Miriam y Aarón hablaron”… ¿Qué fácil es hablar, no?, ignorando lo que el sabio declara en Proverbios 18:21… “En la lengua hay poder de vida y de muerte”… es muy común hablar de todas las cosas en familia; de hecho no deberían existir secretos en las mismas… pero notemos los peligros que existen al hacerlo de manera descuidada e irresponsable: Dios está oyendo y es precisamente a Él y a Su cuerpo a quien tocamos con nuestros comentarios; ellos pasaron de lo común, de lo familiar, a cuestionar lo establecido, es decir tocar el gobierno de Dios.
Cuanto cuidado debemos tener a la hora de hablar en nuestros hogares, o en nuestros ámbitos de confianza, de aquellas situaciones que incluso Dios mismo no aprueba, sean líderes, pastores, consiervos, hermanos en la fe o quien fuera el involucrado. No es una cuestión de ocultar o negar, sino de saber dejar en manos de Él en oración, aquello que Dios mismo reprueba. Es muy doloroso ver como familias enteras se desintegran por comentarios inadecuados, murmuraciones o “desahogos familiares” como alguien lo llamó, a causa de padres, hermanos mayores o responsables de ser formadores que “hablaron” expresando su desacuerdo por alguna situación específica o alguna persona en particular delante de los más pequeños (no solo en edad me refiero), y que al ver ese proceder asimilan el mismo comportamiento para sí, al igual que el pueblo de Israel, volviéndose una cadena de maldición sobre emisores y receptores.
Sería bueno terminar este momento de intimidad con Dios orando, para que Su Espíritu Santo traiga a memoria los momentos que hemos procedido de manera incorrecta con nuestra boca, pidiendo perdón y empezar esta semana a revertir el daño ocasionado soltando palabras de Bendición, aún sobre aquellos que no han procedido de manera correcta.
“Padre celestial… Tu Palabra me hace consciente de lo grave de la murmuración. No quiero ser víctima ni victimario de este mal. Por eso, en el nombre de Jesucristo, te pido que mis ojos sean abiertos acerca de ese pecado, y sea exhortado a abandonarlo, y no acercarme nunca más a semejante maldad. Te consagro esta semana… te consagro mi lengua, para que esta semana aprenda a hablar como Te agrada. Amén”.
Paulo Garay