“Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; lo oyó Jehová y ardió su ira. Se encendió entre ellos un fuego de Jehová que consumió un extremo del campamento”
Números 11:1
La queja llegó nuevamente al campamento; el pueblo manifestó su desagradecimiento, su ingratitud; se habían olvidado de los beneficios que recibieron de Dios (maná, la nube, la columna de fuego, la apertura del mar, el agua de la peña, etc.). El salmista reconoce la mano del Dios y dice “…alma mía bendice a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmos 103:2).
Todos los días existen muchos motivos para alzar nuestras quejas, pero debemos hacer el ejercicio de pensar y recordar lo que hizo Dios por nosotros hasta hoy y lo que hará mañana… debemos tener un corazón agradecido. El agradecimiento es un elemento que debe tener cualquier ciudadano del Reino de Dios. La queja nos aleja de la presencia de Dios. La gratitud, la acción de gracias, nos permite ir y entrar a sus atrios con alabanza y bendecir Su santo nombre.
Las ofrendas, por ejemplo, no son solo obediencia a Sus mandatos… es también gratitud, acción de gracias por lo que Dios hace por nuestras vidas. El salmista nos anima a publicar las obras de Dios con Júbilo, con alegría y no con quejas como lo hizo Israel en el Desierto.
Congregación “El Camino”, que la queja no tenga lugar entre nosotros.
La queja llena de ira a Dios. Él se enoja mucho con nuestra queja, y no la deja pasar… en algún momento descarga su enojo.
Dice la historia que estamos leyendo que el fuego consumió parte del campamento (un extremo). El fuego de la presencia de Dios había estado en medio del pueblo, había sido una bendición para su caminar en el desierto, les alumbraba y les daba calor para soportar las bajas temperaturas en las noches del desierto. Pero ahora Dios utiliza el fuego para consumirlos y destruir una parte del pueblo (justamente a los que tenían como oficio la queja).
Como congregación anhelemos el fuego santo de Dios y que el fuego que utilice el Señor, sea un elemento que purifique, que saque la escoria de nosotros, que queme todo lo que no le agrada, que nos haga mejores ciudadanos del Reino.
Ora conmigo así: “Padre celestial… que Tu tremendo fuego solo sirva en mi vida para consumir lo que no te agrada. Yo hoy pido perdón por mi queja (si puedes, enumérala…)… yo renuncio a esa queja… y decido que mi boca, a partir de hoy, se ejercite en la alabanza, en la acción de gracias… Yo quiero que el lenguaje del cielo sea mi lenguaje. En el nombre de Jesucristo… Amén”.
Daniel Schlereth