Retomamos el pasaje de ayer donde el pueblo manifiesta su descontento con la provisión de Dios.
“…y los hijos de Israel también volvieron a su llantos, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, y los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos!”
Números 11: 4-6
El pueblo entra a este desierto con sus vidas insatisfechas. Dice el texto que anhelaron las cosas de Egipto.
La codicia es el deseo o apetito excesivo de alguna cosa. Esto era lo que estaba viviendo el pueblo de Israel en el desierto, deseaba y anhelaba lo que tenían en la esclavitud (carne, pepinos, melones y otras cosas más). La expresión “…volvieron a sus llantos”, habla de un deseo incontrolable.
Dios había entregado los mandamientos a Moisés y le dijo “No codiciarás...” La codicia es un desorden en la conducta de una persona… y el pueblo comienza a vivir en este desierto la manifestación de un desorden en su conducta… y esto los lleva a ser desagradecidos con la provisión de Dios.
La codicia nos aleja de la presencia de Dios. La codicia alimenta al hombre carnal y apaga al Espíritu. El Apostol nos enseña a no satisfacer los deseos de la carne, porque se oponen al Espíritu (Lean Gálatas 5: 16-18).
Pablo les escribe a los filipenses y les dice: “He aprendido a ser feliz, cualquiera sea mi situación” (Filipenses 4: 11-12). Este pasaje nos tiene que enseñar y alentar a vivir con la provisión que Dios nos regala día a día. Note que el Apóstol deja claro que tuvo que aprender a ser feliz, a contentarse cualquiera fuere su situación (abundancia, necesidad). Esto no significa que uno no anhele el progreso en su vida… la vida del justo va en aumento, crece, siempre un poco más hasta llegar a ser perfecta. Pero el problema se manifiesta cuando en el presente tenemos un apetito desmedido que nos lleva a alejarnos de la presencia del Señor, como lo vivió el pueblo de Israel. Dios había determinado que para el desierto, el alimento perfecto era el maná… y ellos codiciaron otro, no habían aprendido a ser felices con lo que Dios ponía en sus manos.
Las codornices (carne), representa todo lo que el hombre codicia, desmereciendo y menospreciando la provisión de Dios.
La biblia nos enseña que podamos vivir sin avaricia, contentos con lo que tenemos ahora (Hebreros 13: 5). Esta es la lucha que día a día tenemos que enfrentar. Vivimos en un mundo (sistema) que trabaja para que nuestras vidas estén insatisfechas. Dios tiene grandes cosas para sus hijos, pero también tiene tiempos. El desafío es que de este desierto podamos salir habiendo aprendido a ser felices con la provisión de Dios.
“Padre todopoderoso… ¡¡Desecho la codicia!! ¡No quiero ser así! Yo quiero alimentarme solo con pan del cielo… Anhelo lo que viene de Tu trono más que otra cosa. Hoy declaro que lo que preparaste para mí, me es suficiente. De eso se que puedo vivir… Lo recibo, Señor. Amén”.
Daniel Schlereth