¿A quien le echo la culpa?

SEMANA 4 - DIA 2: 

Cuando acampamos en Mara muchas veces buscamos culpables. Éxodo 15:24 dice:… entonces el pueblo murmuró contra Moisés y dijo: “¿qué hemos de beber….?”
Es tanta la amargura y la soledad que duele. Entonces comienzo a sentir ….. “estoy aquí por culpa de él…. del otro…”
Debo reconocer y salir de la negación, descubrir ¿porqué estoy acá?
Hebreos 12:5 dice: “Procuren que a nadie le falte la gracia de Dios, a fin de que ninguno sea como una planta de raíz amarga que hace daño y envenena a la gente”.
Cuando comienza a crecer la raíz de amargura, se instala el resentimiento, la falta de perdón, el orgullo. Mi mente se hunde en un lodo cenagoso que puede llevarme a morir en las arenas calientes del día, o en el frio desgarrador de la noche, porque me corro de la nube o de la columna de fuego.
“Nadie me llama, nadie me escucha, nadie me visita”, protesto, me enojo, traslado culpas, y no avanzo. Hay un volcán por dentro que empieza a erupcionar y brota lava que daña y quema. Santiago 4:1 dice: “¿de donde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchas dentro de ustedes mismos?”
¡Recuerda, el desierto es un lugar por el cual debemos pasar porque queda de camino hacia la tierra prometida!
No hay que buscar culpables, hay que buscar de Dios, correr nuestra mirada del otro, mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos… ¿por qué atravieso esta situación? ¿Qué debo cambiar? ¿Por qué siento que el Señor no me escucha?
Pido al Señor y no recibo…. Santiago 4:2-3 dice: “desean algo y no lo consiguen, matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. . . y cuando piden no reciben, porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones”.
¿Hay guerra dentro de mí? La palabra de Dios en Santiago es muy fuerte y declara: “no recibimos porque pedimos con malas intenciones.” 
¿A quién no he perdonado? ¿A quién he culpado? ¿Estoy codiciando, envidiando? 
¿Hay celos dentro mío, odio, rencor?
Aprovechemos este desierto para confesar y sanar.
Arrodillémonos delante del Señor. Las arenas de su desierto son suaves y acarician nuestras rodillas cuando nos postramos en humildad y arrepentimiento. Entierra tu propia opinión, tu sabiduría, y escucha Su voz.
Proverbios 3:1-8 dice: “hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo tu corazón y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y allanarás tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser.”

RECONOZCO EN EL DESIERTO LOS CAMINOS Y LA SABIDURÍA QUE VIENEN DE DIOS

Lili Bravo.