En el desierto encuentro tu verdad.

SEMANA 4 - DIA 7: 

Juan 8:32 “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”

¡Cuánto hemos hablado del desierto de Mara – amargura!
¡Pero también cuánto hemos aprendido en estas semanas! ¿Podes ver conmigo que los desiertos son oportunidades para crecer? 
¡Qué duele hasta las lágrimas! Si. Lo sé. ¡Qué no entiendo el por qué y llego al enojo! Si. También lo sé.
En el Salmo 32:3-4 David dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano.”
Sentimos que los ojos se resecan, ya no quedan lágrimas. Nuestra piel se resquebraja y se pone fría. Estamos como sin vida. . . . Hasta que lo miro a él. 
David en el dolor dijo: (salmo 34:4-5) “busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados.”

Miremos al Señor y Él nos alumbrará.

Me encanta Job porque luego de tantas situaciones tremendas que vivió dice en 42:5 “de oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos”

Siento que cada desierto es una confrontación con nuestras debilidades. Aún Jesús, cuando el Espíritu lo llevó al desierto, fue probado y salió victorioso porque enfrentó a su enemigo con la verdad, LA PALABRA DE DIOS.

Hebreos 4:12 dice: “ciertamente la palabra de Dios es viva, poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.”

Haz de tu desierto una escuela de vida. Toma la Palabra, ámala, deja que ella penetre en ti.

En este momento, toma un papel y escribe el nombre de tus enemigos; léelos en voz alta… deuda… celos… que no te quede ninguno guardado… exponlos a la luz… ¡Declara que están vencidos!

Jeremías 20:11 dice “…pero el Señor está conmigo como un guerrero poderoso; por eso los que me persiguen caerán y no podrán prevalecer, fracasarán y quedarán avergonzados. 

Dios nos defiende. Pero… aprendamos la lección porque si no tendremos que rendirla nuevamente.

¡Que este desierto sea nuestra victoria porque conocemos la verdad y ella nos hace libres!

Este tiempo ha sido difícil… pero digamos:

“Señor, los desiertos me hacen conocerte y me maravillo de tus cuidados… ¡Llévame a tus desiertos de amor…!”

Lili Bravo