Éxodo 16:14-18: “Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la superficie del desierto. Como los israelitas no sabían lo que era, al verlo se decían unos a otros: “¿Y esto qué es?” Y Moisés les dijo: —Este es el pan que el Señor les da como alimento. Y esta es la orden que ha dado el Señor: Recoja cada uno de ustedes lo que necesite para comer.
Los israelitas lo hicieron así. Unos recogieron más, otros menos, según la medida acordada; y ni le sobró al que había recogido mucho, ni le faltó al que había recogido poco. Cada uno había recogido la cantidad que necesitaba para comer”.
El maná aparecía en el suelo cada día en forma de un copo fino, similar a la escarcha. El pueblo lo recolectaba, lo molía como grano y hacía tortillas con sabor a miel. Para los israelitas el maná fue un regalo; llegaba todo los días y era justo lo que necesitaban... Satisfacía sus necesidades físicas temporales. En Juan 6:48–51 Jesús se compara a Sí mismo con el maná. Cristo es el pan nuestro de cada día, es Él quien satisface nuestra necesidad espiritual.
Como nos enseña nuestro pastor Horacio Fischer… relacionar lo espiritual con lo natural nos ayuda a comprender las verdades del Reino de los Cielos.
Pensemos entonces en el alimento físico, en la comida; tú comes cada día la cantidad que tu cuerpo necesita para funcionar correctamente. Cuando sientes necesidad (hambre) inmediatamente buscas cubrir esa demanda; incluso si vas a tener una jornada intensa te alimentas de antemano sabiendo que así dispondrás de la energía necesaria.
Con el alimento espiritual ocurre lo mismo. Tu espíritu necesita alimento.
• ¿Cuándo? Diariamente, ¿o acaso tu no alimentas tu cuerpo cada día? ¿O solo comes un día a la semana?
• ¿Cuánto? Lo necesario para funcionar correctamente. “Cada uno recoja el Maná que necesita dice el Señor. Cuando lo midieron ni al que recogió mucho le sobrara ni al que recogió poco le faltaba, cada uno recogió la cantidad necesaria”.
• También considera que de la misma manera que eliges comida saludable para tu cuerpo (porque sabes que ciertas cosas te hacen mal), así funciona el espíritu. Busca alimentarlo con el pan de vida como está escrito en Juan 6:35 (“Yo soy el pan de vida” dice Jesús). “El que a mi viene nunca pasará hambre, y el que en mi cree nunca más volverá a tener sed”.
• Y a su vez evita todo aquello que contamina. En Santiago 3:6 tenemos uno de los tantos ejemplos que da la Biblia de lo que nos contamina. Te invito a que leas todo el capitulo y busques más ejemplos.
Estamos acostumbrados a entender cuando el cuerpo nos avisa que tiene hambre… Pero ¿nos damos cuenta cuando nuestro ESPÍRITU tiene hambre? Debemos entrenarnos para conocer y alimentar nuestro hambre espiritual. Puedes empezar a ejercitarlo ya mismo. Primero que nada, pídele a DIOS que ponga hambre en tu espíritu, sed de buscarlo, y comienza a leer y meditar en su palabra. (Salmo 119:97: “Cuánto amo tu enseñanza. ¡Todo el día medito en ella!”). Verás que comenzarás a sentirte mejor… ¿por qué? Porque así como un cuerpo debilitado se fortalece cuando recibe alimento, también lo hace tu espíritu.
Disfruta la dulce palabra de nuestro Señor. Jesús enseña en Mateo 4:4 que “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Recuerda, si estás siguiendo los devocionales por el facebook, que hoy es miércoles, día en que nos encontramos para instruirnos en el templo… Trata de asistir…
Rodrigo Ageitos