Éxodo 14:8: “Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel, pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa”.
Este acontecimiento, era algo que debían recordar siempre (Éxodo 13:8 y 9). La mano del Señor había actuado con todo poder en Egipto, las diez plagas: el agua en sangre, las ranas, los piojos, las moscas, la muerte del ganado egipcio, las úlceras, el granizo, las langostas, las tinieblas, la muerte de los primogénitos. Cuando todo era llanto y dolor en el hogar de los egipcios por la muerte de los primogénitos, siendo aún de noche (Éxodo 11:30,31) Faraón hizo llamar a Moisés y Aarón, pidiéndole que salieran de en medio de su pueblo.
La mano poderosa de Dios urgió a Faraón para que el pueblo saliera con todas sus cosas, ovejas, y vacas, y los tesoros en alhajas de plata, y de oro, vestidos, y todo lo que necesitaban para el camino. Eran como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños, ni las mujeres (Éxodo 12:37).
Solo la mano poderosa de Dios podía hacer tales cosas y fue esa mano poderosa que destruyó al tremendo ejército de Faraón.
Es la mano poderosa de Dios que puede destruir a cualquier enemigo de nuestra alma, y esa misma mano es la que puede bendecirnos, y hacer milagros impensados. Cuando el pueblo clamó por carne, Dios le dijo a Moisés que les daría hasta saciarlos. (Números 11:23) “¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no”. Y por cierto la palabra se cumplió (Números 11:31): Desde el mar llegaron codornices que cubrieron la tierra.
El profeta Isaías nos confirma (59:1): “He aquí no se ha acortado la mano de Jehová”.
El rey David, nos asegura (1ª. Cron. 29:12): “……..tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder y en tu mano el hacer grande y dar poder a todos.”
Hoy como ayer, es tiempo de colocar nuestra vida bajo la poderosa mano de Dios. El apóstol Pedro nos da la clara indicación, para que no nos equivoquemos y nos creamos autosuficientes, “Humíllense pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte cuando fuere tiempo, echando toda nuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de nosotros”.
Te bendigo… protege tu vida y la de tu familia “bajo la poderosa mano de Dios.” No hay fortaleza ni desierto de Pi-hahirot, que te pueda detener.
No termines este devocional sin declarar que la poderosa mano de Dios está sobre tu vida y la de tu familia.
Pastor Lorenzo N. Klink