Esta es la pregunta que Dios le hace a Moisés, después de haberle asegurado que Él pelearía por el pueblo. Moisés sintió necesidad de clamar.
La escritura no nos dice cuál era el clamor de Moisés, solo podemos hacer volar nuestra imaginación. Nos sorprende saber que sintió temor, y el estado de ánimo que tenía… casi podríamos decir, la angustia que sentía en su corazón. Recién comenzaban la travesía, y él conocía muy bien el desierto que tendrían que atravesar, había vivido 40 años allí. Seguramente pensaría: “si esto recién comienza, y el pueblo ya se está quejando, que podré hacer cuando nos enfrentemos al agobiante calor en el día y el frío de las noches, cuando falte el agua, o la comida, o se nos gaste el calzado de nuestros pies”. Seguramente clamó “Señor ayúdame, yo no puedo con esta tarea”.
Salvando las diferencias, en ocasiones nosotros, cuando tenemos alguna tarea por delante, nos limitamos a decir: “Señor bendice lo que he pensado hacer”, y eso está muy distante de ser un clamor. Es posible que nos creamos autosuficientes y no pensamos en clamar al Todopoderoso.
El salmista nos asegura que, si clamamos, Dios siempre tiene la respuesta. “Claman los justos y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias” (Salmo 34:17). En el salmo 40, vs. 1 y 2 nos dice “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamor, y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso”.
“Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:2).
Este es un pasaje muy conocido y repetido… solo es necesario que se haga carne en nosotros, para que el Señor nos enseñe cosas grandes y ocultas que no conocemos.
¿Podrías hacer una lista de cosas por las cuales preferentemente tú clamarías al Señor? Quizás estás pensando en tu familia, tu salud, tu economía, y otras pequeñas cosas. Hoy te sugiero que clames por la salvación de los perdidos, porque “la voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos” (1ª. Timoteo 2:4).
Clamemos por nuestra ciudad, provincia, país. Clamemos por los cristianos perseguidos en diversos países. Clamemos por la iglesia, para que vivamos en santidad, para que el Señor haga maravillas entre nosotros. Clamemos por una llenura del Espíritu Santo que se manifieste, ¡y pronto!
Levantemos juntos un clamor por nuestra congregación, para que el Señor abra la ventana de los cielos y podamos salir de Pi-hahirot y todos los desiertos.
Pastor Lorenzo N. Klink