Es interesante observar que, en Elim, había 12 fuentes de agua, y 70 palmeras... una fuente por cada tribu, y una palmera por cada anciano (aunque en realidad todavía no se habían dividido en tribus, ni Moisés había establecido todavía los 70 líderes). Los números “70” y “12” siempre han estado asociados a GOBIERNO en la Biblia…
El número doce, particularmente, en la Escritura nos habla de gobierno (12 Tribus de Israel, 12 Apóstoles, etc.) El plan de Dios al meternos a Elim es meternos al orden de Dios (a Su gobierno).
Muchos hemos creído que en las iglesias se debe dar el más ejemplar gobierno democrático, ¡y no es así! Dios nunca pensó en un gobierno democrático, sino en un gobierno TEO-CRÁTICO (o sea, “gobierno de Dios”). Debemos entender, a través de Elim, que el gobierno democrático (o cual sea…) debe llegar a su fin para dar lugar al gobierno pleno de Dios sobre nuestras vidas.
Dios quiere que nosotros, como Su pueblo, lo miremos y reconozcamos como nuestro Rey, quien tiene el poder, el dominio y la más alta autoridad sobre nuestras vidas.
Por otro lado, no es un dato menor para Israel que hubiera setenta palmeras (por eso alguien se dedicó a contarlas). Setenta es el número que representa el proceso de perfección que Dios comienza y que Dios termina en nosotros.
En nuestros días debemos recordar que nuestra competencia no proviene de nosotros mismos, sino de que permitamos a Dios perfeccionarnos, santificarnos por completo, y gobernarnos todo el tiempo en todo el sentido de la palabra.
Por lo tanto, entendemos que Dios nos mete a Elim para que sepamos que los desiertos (las pruebas) que vienen de parte de Él son para perfeccionarnos en nuestra obediencia.
¿Cómo realiza Dios el perfeccionamiento? Éxodo 15:27b nos enseña que es por medio de acampar junto a las Doce Fuentes. Esto significa: la constancia en la Palabra de Dios, permanecer siendo abastecidos y saciados de la Fuente de agua viva, sometiéndonos a Su pleno gobierno.
En nuestro contexto actual de elecciones, debemos saber y declarar que solo existe un sistema de gobierno perfecto: el de Dios. Y eso nos lleva a pensar que, según el gobierno que tengamos sobre nuestra cabeza, así será nuestra vida diaria… Hoy lo vemos claramente (y lo vimos siempre en la historia de cualquier nación): que el gobierno de turno marca las reglas de juego. Si sobre nuestra vida, si sobre nuestras familias, si sobre nuestras labores, etc., siempre el reinado le pertenece a Dios, nuestra vida no estará atada a los cambios que los hombres producen en la tierra que vivimos.
Hoy sería bueno repasar algunas preguntas: ¿gobierna Dios mis emociones? ¿Gobierna Dios mi agenda? ¿Gobierna Dios mis negocios? ¿Gobierna Dios mis pensamientos? Si la respuesta es “no”, no esperemos andar ordenadamente… no habrá éxito. Pero si acomodamos nuestra vida para que la respuesta sea siempre “si”, nuestra vida disfrutará del cuidado de Dios mismo, como disfrutó Israel de ese cuidado especial en Elim.
Hoy te sugerimos que pongas en orden tu vida interior (lo cual también acomodará tu vida exterior), y te entregues al pleno gobierno de Dios. Aunque Él no esté haciendo campaña política actualmente, ese es Su gran deseo, porque detrás de la declaración de Su gobierno sobre nosotros, viene el “derroche” de bendiciones sobre nuestras vidas.
Oremos: “Señor Jesús… eres mi mejor y único candidato de gobierno. Quiero declarar que soy tuyo, y me someto a tu voluntad. Rindo mi vida entera, consagrando desde mis pensamientos hasta mis actitudes. Que tu gobierno se manifieste en plenitud sobre mi y sobre mi familia. Amén.”
Rut Sorhochar