La verdad es que a poca gente le gusta ser probada (¿o a nadie?)… Pero necesitamos entender que la prueba que viene de Dios es parte del “sistema de educación” del Reino de Dios.
Dios siempre quiso, y querrá, que Su pueblo viva en dependencia de Él. Por eso, Él lleva a Su pueblo al desierto para enseñarle a vivir sobrenaturalmente.
Debemos ver en el pasaje de Exodo 15:22-26, que cuando el agua es transformada de amarga en dulce, luego el pueblo estuvo atento a recibir estatutos y ordenanzas. Es decir, el milagro sobrenatural vino acompañado de una serie de instrucciones para vivir.
Entonces, para quien tiene agua dulce fluyendo en su interior (como consecuencia de haber aprendido a vivir sobrenaturalmente), cada mandamiento de Dios es la oportunidad de una promoción.
Así que, como en este caso, las pruebas producen por lo menos un par de cosas importantes a nuestro favor:
1) Hace que recibamos verdadera conciencia de quienes somos (muy probablemente el pueblo se sintió avergonzado después de haberse quejado de tal manera, y ver como Dios resolvió el asunto). Al mismo tiempo, la prueba nos pone en conocimiento de que seguimos siendo gente necesitada, de que no somos autosuficientes, que no lo tenemos todo…
2) Nos lleva a un nuevo nivel. Como los exámenes en la escuela, las pruebas de Dios no son para retenernos en el nivel que estamos, ni para hacernos retroceder… Son para calificarnos a fin de promovernos a un nivel más alto. Esto debería avergonzarnos, como avergonzó al pueblo de Israel, frente a nuestras quejas, ya que muchas veces no nos damos cuenta que la prueba es el trampolín para una nueva etapa, para un nuevo nivel de vida. La prueba de Dios es para perfeccionarnos. El llevar a Su pueblo a Elim significó una muestra de cómo Dios quiere que vayamos del desierto al oasis… de una vida rutinaria a una vida de disfrute… de una vida trabajosa a una vida de reposo en Él.
Si... es cierto que Su objetivo es alto… la graduación parece inalcanzable para nosotros. En Efesios 4:13 Dios dice que “Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo” (Nueva Traducción Viviente). Pero Dios está “empecinado” en que nos graduemos… Él quiere vernos triunfantes, con el “título” en la mano. Él es el más interesado en que salgamos victoriosos.
Así que, no nos quejemos… démonos cuenta de nuestra situación… y avancemos al próximo nivel sometiéndonos al examen de Dios.
En este día, ora diciendo: “Padre celestial, perdona mis quejas… las pruebas no me han gustado, pero hoy me doy cuenta que Tu intención fue la mejor. Así que, reconozco que tengo necesidad, reconozco que no soy perfecto, reconozco que nada soy sin Ti… y me someto a Tu voluntad. Dame las fuerzas, y la sabiduría para aprobar el examen de hoy… y que pronto pueda estar en ese nuevo nivel al que me quieres llevar. Te agradezco por Tu preciosa voluntad sobre mí. En el nombre de Jesús. Amén.”
Rut Sorhochar