En este tercer día de camino, el sol abrasador del desierto, comienza a confundir al pueblo. Ya no hay claridad para pensar, no hay deseos para avanzar. Así nos sentimos en nuestros desiertos, sentimos ese enorme deseo de tirar todo, de decir “hasta acá llegué. ¡No puedo más!”
Es ahí cuando el Espíritu nos recuerda: “Porque YO sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal; a fin de darles un futuro lleno de esperanza. YO el SEÑOR lo afirmo” (Jeremías 29:11).
En medio de nuestros desiertos, Dios declara que tiene un plan. Lo tuvo con el Pueblo de Israel. Dios sabía cuál era el destino, y lo sabe aún, más allá de las vueltas que damos sin saber a dónde ir. Dios tiene un plan para tu vida, y permite este desierto para enseñarte a pensar a Su manera.
El sol en la escritura, es el gigante del razonamiento humano, tercera percepción que debemos transformar. Este razonamiento humano, frente a la adversidad nos traiciona. Pero como hijos del Dios Altísimo, tenemos recursos, que nos ayudan a cubrirnos del sol, de ese razonamiento negativo. El calor nos confunde, pero la Palabra de Dios dice que esos recursos, son armas espirituales y PODEROSAS en Dios para destruir fortalezas mentales, pensamientos destructivos que nos llevan a razonar nuestra situación de manera errada. Pensamientos que sólo conducen a la muerte.
El apóstol Pablo nos insta a no conformarnos a la forma de ver las cosas, como el mundo las ve. Nos exhorta a cambiar nuestra manera de pensar, para cambiar nuestra forma de vivir.
La conducta humana surge en la mente: si no se renueva, nunca tendremos la mente de Cristo. ¿Cómo haremos para lograrlo? A través de la intimidad con Dios. Ahí comenzaremos a gobernar nuestra manera de ser. Somos enteramente responsables de nuestras palabras, actitudes y pensamientos.
La Palabra de Dios nos dice, “Despójense del viejo hombre”, es nuestra responsabilidad, porque aunque andamos en la carne, no militamos según la carne.
Acción práctica
Dios nos instruye en medio de los desiertos. Una de las instrucciones que nos da es:
-Agradecer la mano de Dios. Es Dios quien permite que lleguemos a estos lugares. Él nunca nos deja solos, siempre está. Nuestra vida no está fuera de control, si la depositamos en Sus manos. Recordar esta verdad nos hará soportar mejor los tiempos difíciles. Pensar la verdad acerca de Dios y de nuestras circunstancias, puede ayudar a eliminar la inseguridad, el aturdimiento, la culpa, la amargura. Entonces podremos disfrutar más paz y claridad en las tormentas.
-Creer las promesas: Dios prometió un destino al pueblo “La tierra que fluye leche y miel” Los judíos tal vez veían arena, sol, y estrellas; pero Dios veía lo que sería su provisión. No pierdas de vista la meta, antes, durante y al final del camino ¡Dios está!
VIVI TORRES