DÍA 2: Números 33:14:
“Partieron de Alús y acamparon en Refidim, allí fue donde el pueblo no tuvo agua para beber”.
En Éxodo 17:1-3 dice que el pueblo de Israel llega a Refidim por orden de Dios, guiados por Moisés. Era una tierra espaciosa, un lugar grande. El problema era que no había agua para beber en Refidim. La reacción del pueblo fue de discutir con Moisés para que éste les diera agua.
Una vez más el pueblo se queja de su problema en vez de orar. Tengamos en cuenta que el pueblo era atormentado por la sed y es posible que por esta razón Dios tuviera misericordia de ellos y no tuvo en cuenta su pecado de murmuración y, a pesar de eso, les demostró su poder.
Pensando en nosotros, la verdad es que debemos hacer un esfuerzo con mucha determinación para ponernos a orar cuando, en realidad, nos sentimos con ganas de quejarnos. Pero la oración silencia nuestros pensamientos y emociones y nos prepara para escuchar. Ahora, cuando nos alejamos de Dios y no lo buscamos en oración, comienza a gobernarnos la mente, el alma, las emociones y, en consecuencia, la lengua, llevándonos a la murmuración.
Cuando nos encontramos en peligro de muerte, es cuando más debemos confiar en Dios, ya que nuestra vida depende de Él. En el desierto, al pueblo de Israel le faltó agua para beber, y se manifestó su incredulidad. Reaccionaron con gran hostilidad y murmuraron enojados contra Moisés. Las quejas iban en aumento, de tal manera que hasta lamentaban haber salido de la esclavitud. El pueblo acusaba a Moisés de haberlos hecho “salir de Egipto para matarlos de sed”.
En realidad, la murmuración era contra Dios mismo, pues Israel había salido de Egipto guiado por Él. Sin embargo, a pesar de haber experimentado Sus milagros, uno tras otro, el pueblo no ponía su plena confianza en Dios, y sólo se preocupaba y angustiaba por suplir sus necesidades.
¿De qué manera podemos evitar el llegar a un estado de agonía o muerte espiritual como el relatado en el texto? Es a través de la intercesión.
Cuando en un pueblo no hay intercesión, Dios lo mete al desierto de Refidim, donde la principal característica es la escasez de agua.
Pero Moisés no se quejó, sino que oró; la murmuración no cambia las cosas, pero si la oración. Cuando oramos las tinieblas se disipan.
Dios le dio una serie de órdenes a Moisés, que hoy bien podríamos aplicarlas a nuestra vida:
• “Pasa delante del pueblo”: esto significa ocupar el lugar que Dios nos dio; si queremos cambiar las cosas, ocupemos el rol que Dios nos asignó para que podamos ser bendecidos. Conocer Su voluntad nos advierte y nos libra de las angustias del camino.
• “Toma ancianos”: tenemos que rodearnos de gente correcta, de gente madura cuyo consejo nos ayude a bien. A veces, la murmuración que sale de nuestros labios, es solo una réplica de lo que oímos decir a la gente que nos rodea. ¡Cuidado de quienes nos rodeamos!
• “Marcha hacia el monte”: avancemos, no nos detengamos porque Dios va delante de nosotros. Activémonos en fe para poder vivir lo sobrenatural de Dios.
Toma estos consejos (que no son míos), y determínate a…
- Tomar el lugar que Dios te asignó. Invierte tiempo en preguntarle acerca de eso al Señor.
- Asegúrate de estar relacionándote con la gente correcta.
- ¡Avanza! ¡Determínate! ¡No seas flojo, o la murmuración carcomerá tus huesos!
¡¡Dios te bendiga en este emprendimiento!!
Ora conmigo antes de terminar:
“Padre celestial… quiero que me reveles cuál es el lugar que, desde la eternidad, me asignaste… quiero saber exactamente cuál es el lugar al que me quieres llevar, porque ese es el mejor lugar donde podría estar… Que en este caminar sea sabio en determinar quien deba acompañarme… ¡Y que la valentía y la determinación sean mis características! ¡Qué no sea flojo! En el nombre de Jesús. Amén”.
Mónica Rojas