Santiago 1:24-25: “Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
Este último devocional es aquel en el cual nos tomamos un tiempo para proclamar ¡¡LIBERTAD!!
Si hemos pasado por este Desierto del Sinaí, espinoso, duro, en soledad, en donde hemos estado perdidos, desorientados, tristeza, angustia, es para proclamar una vez más el mensaje de salvación, ese mensaje transformador de vidas, no solo la nuestra, sino esas que a diario nos encontramos en nuestro trabajo, en casa, con la familia, en la calle, etc.
a. “La de la libertad, y persevera en ella”. Estas palabras sencillas hablan de un continuo accionar en camino a esa libertad. Cuantas veces salimos de la reunión felices por lo vivido, aprendido, experimentado… y a mitad de semana nos vemos envueltos en conflictos que nos superan, que nos dejan con preguntas sobre si es verdad que Dios está con nosotros... Es entonces en donde debemos orar y hacer lo que no tenemos que tomar como costumbre, el A, B, C del evangelio.... Orar pidiendo perdón, humillarnos frente a nuestro Señor, y ordenarle al diablo y sus huestes que comience a salir por donde entró… cerrando toda puerta que hemos abierto y cancelando toda palabra que le dio legalidad para trabajar en nosotros.
“Libertad”… esta palabra es parte de la visión que tenemos como congregación. No descansemos en buscarla, en compartirla, en hacer lo que sea necesario para vivir bajo esta ley.
b. “no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra”. Es aquí en donde la palabra misma te invita a ser parte de este tiempo, hacedor de la obra. En esto tenemos que sumarnos como grupos de crecimiento, como líderes, como maestros, como intercesores… en ayudar, estimular, en dejar de lado nuestro ego herido para seguir en pos de esa libertad que Cristo nos ofreció con Su sacrificio en la cruz; en donde Su nuevo Pacto se hace carne en nosotros, viviendo en esa libertad, adoptándola como estilo de vida, como una ley sobre nuestras vidas, y como dice la escritura en Efesios 6: 10 al 18: “fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo”. Este es un pasaje que debemos tener a diario presente, porque nuestra lucha no es en contra del hermano/a, ni el vecino, ni la suegra/o, ni los hijos/hijas… es en contra del enemigo de nuestro Dios, el diablo y sus huestes.
Les animo ahora a tomarse un tiempo para pensar en qué cosas seguimos sin libertad, y pedirle a Su Espíritu Santo que nos revele donde están esas ataduras, que nos muestre en qué cuevas nos han metido para no ver que Él está con nosotros. También pedir –por qué no- ayuda a tus hermanos, a los que están para ayudar, ya sea con oración, con un abrazo, con poner el hombro para seguir caminando juntos en este desafío.
No estamos solos, tenemos a Su Espíritu… tenemos a Jesucristo… tenemos al cuerpo de Cristo representado por cada uno de nosotros… tenemos las herramientas que Él nos dejó: la oración, la lectura de Su palabra… para poder hacer de esta libertad nuestro estilo de vida.
Oremos juntos...
“Amado Señor Jesús… gracias por el precioso y valioso pacto en la cruz, por cual tenemos entrada para con el Padre y por el cual somos llamados hijos. Como dice la escritura: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Glorificamos Tu nombre, y te pedimos que venga a nosotros Tu reino… que sea manifiesto en nosotros tal como está en el cielo, llamando a ese diseño celestial para nuestras vidas, para nuestra congregación, y ordenándole a todo espíritu de mentira y control que suelte lo que nos pertenece como hijos. ¡Padre! henos aquí dispuestos a seguir viviendo en esa libertad que nos diste allí en la cruz. Amén.
Roxy Herrera
Les regalo esta canción que en más de una oportunidad, estando agobiada, fortaleció mi espíritu.