La soledad en el desierto

Esta semana, en nuestro caminar en medio de los desiertos, estaremos meditando sobre el Desierto de Alús... No te pierdas ninguno de los mensajes al respecto, y buscanos en youtube/elcaminoneuquen...

Semana 8 - Día 1 
Si miramos a nuestro alrededor, todo es caos, conflicto, muerte. La mente del hombre se ve alterada, alborotada. Frente a este estado de la realidad, el hombre no puede reaccionar con sabiduría y templanza.
El problema es que él cree que puede hacerlo, sin orientación y sin cobijo, en Dios.
Frente a las dificultades, el hombre siente como si estuviera en un desierto, con mucho espacio, pero vacío, sin fuerzas, sin respuestas. Su autosuficiencia e independencia ya no alcanza para resolver problemas. 
En los desiertos, el objetivo de Dios, es que el hombre descubra qué hay en su corazón que lo marea y lo desubica de la realidad para la que fue creado. El propósito es, llevar sus pensamientos naturales al área consiente, con el fin de que entienda que debe recurrir a Dios en busca de Su sabiduría. Una vez revelada su manera de pensar, que no le trae claridad ni paz, es necesario que renuncie a esos pensamientos equivocados, no fundados en Dios sino en la carne, transformándose en ese hombre y/o mujer maduros que nuestro Padre Celestial diseñó. 
Ahora bien: “… el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las cosas, sin que él sea juzgado por nadie. ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1 Cor. 2:14-16)

El mundo del hombre natural del que habla el apóstol Pablo, está limitado por su entendimiento finito y por sus sentimientos. El hombre natural, tiene un problema de “percepción”, porque no está conectado al Espíritu Santo de Dios, generalmente toma decisiones erradas, con consecuencias desagradables y a veces irreversibles.
Como hombres y mujeres espirituales corremos el riesgo de seguir el mismo camino, cuando dejamos de obedecer a Dios y nuestro espíritu se desconecta. A lo largo de esta semana, recorreremos este desierto en el que en particular, Dios viene a marcar la diferencia entre aquello que nos marea y desubica, con aquello que siempre está enfocado en lo correcto.
“El pueblo de Israel, salió de Dofca y acamparon en Alús” (Num. 33:13)
Al pasar por el desierto de Alús, el pueblo de Dios, tuvo la misma oportunidad que hoy nos presentan nuestros desiertos: provocar en el hombre “La mente de Cristo”. Intentaremos descubrir 7 percepciones equivocadas, que tienen el poder de desenfocarnos de Dios y detenernos por años.-
… Cierro los ojos. Puedo imaginar el pueblo de Israel, sufriente, casi sin fuerzas. El paisaje es desolador, el camino por el desierto se hace largo, ya casi insostenible. Percibo, que diversas sensaciones, invaden la mente del hombre. Una de ellas, tal vez una de las más difíciles de enfrentar, es “la soledad”. 
Podríamos pensar: “¿Sentirse solo en medio de tanta gente?”… No es necesario estar solo para sentir la soledad. “La soledad no es la ausencia de rostros. Es la ausencia de intimidad.” Una intimidad con Dios, una conexión con la fuente de vida, que da paz, gozo y claridad en medio de los problemas.
El Rey David conoció este estado y muchos de sus Salmos lo denuncian, pero luego él reconocía la supremacía de Dios en medio de sus aflicciones, porque sabía y recordaba que su Dios, nunca lo dejaría solo. La cobertura de su Padre Celestial, en momentos difíciles fue tangible para el salmista, por eso lo declaraba con tanta convicción.
A veces la soledad en nuestros desiertos nos lleva a mirar al único lugar de donde jamás deberíamos sacar la mirada, al cielo. El cielo nos conecta de alguna manera con Dios. El cielo nos recuerda que bajo Su nube, bajo Su presencia, estamos cubiertos y nos recuerda que jamás estaremos solos.

Acción práctica:

Que la SOLEDAD sea ese estado que, a pesar de que nos haga sentir desconectados del mundo, nos conecte con Dios. Está en cada uno decidir qué hacer con ella:

a) Quedarnos en ese estado y lamentarnos con un sentimiento de autocompasión que nos paraliza.

b) Lejos de lamentarnos, elevar nuestra mirada al cielo; conectarnos con Dios y que en vez de ser un estado negativo, se convierta en la mejor experiencia de intimidad con Aquél que prometió ESTAR con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo.

En medio de la prueba, que puedas decir junto con el salmista: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú ESTARÁS conmigo” y escuchar en el silencio de la soledad, las palabras de aquel que hace miles de años alentó al pueblo de Israel con autoridad diciendo: “¡Esfuércense y cobren ánimo! No teman ni tengan miedo de ellos, porque Jehová, tu Dios, es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.»” (Deut. 31:6) ¡Dios te bendiga!

VIVI TORRES