Santifíquense... (Éxodo 19:10 al 13)

Semana Diez - Día Quinto: 
“Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: ‘Guárdense, no suban al monte, ni toquen sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte”.

• “Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana y laven sus vestidos”. Dios se iba a aparecer a Israel de una forma espectacular; y antes de que esto pudiera pasar, el pueblo se debería preparar. Esa preparación trastocaba todo su mundo. Imaginemos por un minuto estar allí. Cada líder, anciano daba claras directivas recibidas de Moisés de lo que había que hacer. Santificarse requería muchas cosas, muchas acciones a nivel personal, familiar, congregacional. “Y laven sus vestidos”, ¡pero si estaban en un desierto y venían de Refidim en donde no había agua! ¡¡¡guauuuu!!! ¡¡¡Que tarea les esperaba!!! Allí no había agua de red conectada al lavarropas, ni detergente magistral para lavar todo los utensilios, ni un baño para poder higienizarse tal como lo hacemos en estos días. Era un proceso largo… era tomar la decisión de santificarse y realizar acciones que la acompañen. Cuanta expectativa generaba el hecho de saber que Aquel que los libró de Egipto, se iba a encontrar con el pueblo. Que pensamientos se les venían a la mente sobre Moisés, su líder visible,… ¿Gratitud? o quizás lo cuestionaban respecto de las formas de todo ese proceso, o por ahí querían ser muy AMIGOS de Moisés, o sea acomodarse con el líder… ¿cuánto temor tendrían? ¿Cuántas preguntas? Bien quisiera llevar esta línea de pensamientos a nuestra actualidad.

• Si hoy viene a nosotros este mensaje: “Santifíquense hoy y mañana, y lavemos nuestros vestidos…” ¿qué acciones tomaríamos para que esto sea posible?

• ¿Buscaríamos estar bien con todos? (Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres”).

• ¿Nos reconciliaríamos con ofrendas de paz, si así Él nos pide para poder verle, como dice la escritura? (1º Corintios 2:9: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”).

• ¿Tomaríamos un tiempo de ayuno y oración para sujetar nuestra carne y llevar a la obediencia a Cristo todo lo que somos? (Mateo 6:16 al 18: “Cuando ayunen, no sean austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”).

Es por todo esto que este pasaje nos lleva a pedirle al Señor que examine nuestro corazón para ver si en él hay caminos de perversidad, buscando un tiempo en donde podamos ser lavados, examinados, apartados, para encontrarnos en Su intimidad y allí ser santificados por Su gracia, a través de Jesucristo, renovando el pacto y determinándonos a avanzar en acciones concretas en busca de esa SANTIDAD.

Había límites que no se podían cruzar. Israel debía mantener su distancia detrás del límite; y la penalidad por errar en mantener su distancia era la muerte: “No lo tocará mano”. Cualquier persona o animal que haya sido muerto por acercarse demasiado debía ser tenido como impuro, de tal forma que no se le podría tocar… y si alguno se acercaba, había que ejecutarlo con piedras.

Si hay algo básico sobre la naturaleza humana, es la de una necesidad de límites. Al poner estos límites y al traer la pena de muerte al quebrantarlos, Dios le mostró a Israel que la obediencia es más importante que sus sentimientos. No dudamos de que algunos intrépidos Israelitas sintieron el ir más allá de los límites, pero ellos tuvieron que someter sus sentimientos a la obediencia. El conocer los límites nos hace sentir seguros, saber de dónde y hasta donde podemos estar. Nos habla de respeto, de intimidad, de orden, de una planificación… es decir, no es como a mí me gusta, es como Dios lo quiere hacer. Él es el TODO, el principio y el final… es dejar formar el carácter en cuanto a la obediencia, y lograr obedecer dejando de lado nuestros deseos… nos habla de entrar en una MADUREZ que nos da el inicio a nuevos desafíos, nuevos ministerios, nuevos dones.

• “Cuando suene largamente la bocina”. El pueblo sólo se podía acercar cuando Dios los invitara, y la trompeta señalaba que la invitación estaba abierta. Al sonar la trompeta ellos podían llegar al límite de la barrera, pero no podían ir más allá. Qué maravilla escuchar ese sonido que repercutía en las alturas del Monte hasta el acampe de los Israelitas… que privilegio que Jehová Dios te llame para hablarte. ¿Y que pasa con nosotros hoy? Tenemos a través de Jesucristo entrada para con el Padre (“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él -viviremos con él- Juan 14:23).

Oremos juntos:
“Padre Amado… te damos gracias porque de diferentes maneras nos conduces a Tus caminos, permitiéndonos conocerte más aún, crecer en madurez, crecer en santidad a través de Tu hijo amado, y en Él encontrar el perdón de nuestros pecados, rebeliones e iniquidades. Te ruego ahora que quites de mi toda venda que impide conocerte más, seguirte y serte fiel. Acepto hoy la guía plena de Tu Espíritu Santo, en todos mis caminos, entregándole la llave de mi historia, de mi vida, para que a través de Tu obrar sea yo purificad@, y transformad@ por el poder de Tu presencia. En el nombre de Jesús. Amén”.

Roxy Herrera