Esta semana comenzamos a transitar un nuevo desierto: el de REFIDIM. Podemos leer la historia en Éxodo 17:1-6:
“Toda la comunidad israelita partió del desierto de Sin por etapas, según lo había ordenado el SEÑOR. Acamparon en Refidín, pero no había allí agua para que bebieran, así que altercaron con Moisés.
—Danos agua para beber—le exigieron.
— ¿Por qué pelean conmigo?—se defendió Moisés—. ¿Por qué provocan al SEÑOR?
— ¿Para qué nos sacaste de Egipto?—reclamaban—. ¿Sólo para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?
Clamó entonces Moisés al SEÑOR, y le dijo:
— ¿Qué voy a hacer con este pueblo? ¡Sólo falta que me maten a pedradas!
—Adelántate al pueblo—le aconsejó el SEÑOR—y llévate contigo a algunos ancianos de Israel, pero lleva también la vara con que golpeaste el Nilo. Ponte en marcha, que yo estaré esperándote junto a la roca que está en Horeb. Aséstale un golpe a la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo.
Así lo hizo Moisés…”
Hasta este desierto podemos ver que la salida de Israel de Egipto hacia la tierra Prometida es un suceso fundamental del trato de Dios con Su pueblo. Al igual que pasó con el maná, pasó también con este caso de la roca que golpeó Moisés; el pecado del pueblo fue la ocasión para esta muestra de poder. Los milagros que Dios hizo durante el tiempo del éxodo, Su guía con la columna de fuego durante la noche y la columna de nube durante el día, las codornices, el maná y tantos otros milagros que ocurrieron durante su peregrinación por el desierto, no fueron suficientes para éste pueblo; no pudieron ver que Dios siempre supliría sus necesidades, no pudieron ver que Jehová Dios era el pastor que los guiaba, sino que continuaron reclamando.
Esto no solamente nos deja ver la naturaleza de murmuración constante que había en ese pueblo, sino también nos advierte que sufrimos de lo mismo...
Es por eso que la queja de los israelitas hacia Moisés nos sirve como fuerte llamado de atención a nosotros también… nos sirve como un fuerte llamado a la santidad… nos sirve para evaluar nuestras acciones… nos sirve para aprender a clamar a nuestro Padre celestial.
Dios anhela que Su pueblo aprenda a depender totalmente de Él para que siempre le vaya bien.
Tomémonos todo este día para mantenernos en oración y búsqueda de ese llamado de atención de parte de Dios. Reconozcamos, ahora mismo, que también solemos quejarnos por lo que no entendemos, por lo que no vemos, por lo que (supuestamente) no tenemos… Eso ofende a Dios, porque Su mirada nunca se apartó de nosotros.
Antes de dedicarnos a desglosar este pasaje en los próximos días, comencemos hoy pidiendo perdón por toda murmuración que salió de nuestra boca… y clamemos juntos para que, en el resto de la semana, el Señor nos enseñe a tratar con la murmuración, a tratar con la intercesión, y nunca dejar de esperar solamente en Él.
Mónica Rojas